El Salmo 1:3 nos recuerda que somos como árboles plantados a la orilla de un río, que siempre dan fruto en su tiempo. Sus hojas nunca se marchitan, y prosperan en todo lo que hacen.
Todos estamos plantados de la semilla de la grandeza. A veces olvidamos esta verdad. Fuimos creados por el gran creador. La elección es suya para reclamar esta herencia. Frecuentemente me refiero a mis hijos como mi fruta. Les recuerdo que están plantados de la semilla de la grandeza y deben vivir de acuerdo con esta verdad.
Imagínense si todos reivindicamos esta verdad, qué mundo tan diferente sería este. No tendríamos depresión, tristeza, envidia y todas las otras emociones que surgen al no reclamar esta herencia ... todos sabríamos quiénes somos. La escritura de hoy es un recordatorio de que la persona es como un árbol plantado por corrientes de agua, que produce su fruto en la temporada y cuya hoja no se marchita, lo que sea que haga prospera.
¿Te imaginas, no importa cuánto tiempo tome, cada semilla que siembres prosperará? Debido a que eres plantado de la semilla de la grandeza, tus frutos serán grandiosos. Estás destinado a la victoria. Te animo a leer el Salmo 1 en su totalidad.
Querido Dios,
Gracias por el recordatorio de que soy como árbol plantado a la orilla de un río, que siempre da fruto en su tiempo. Sus hojas nunca se marchitan, y próspero en todo lo que hago. Oro para que todos tus hijos recuerden esta verdad, que darán frutos en la temporada, cuya hoja no se marchita y lo que hagan prospera. Ellos son libres de reclamar su herencia. Pido esto en el nombre de tu hijo Jesús. ¡AMÉN!